En mi caso, que vengo del ámbito textil y artesanal y apenas estoy incorporando herramientas de administración para ANART, veo con claridad que una empresa que no evalúa ni ajusta su estrategia en tiempo real corre varios riesgos: seguir invirtiendo en acciones que ya no funcionan, perder clientes sin darse cuenta del porqué, tomar decisiones basadas en intuiciones aisladas y no en evidencia, e incluso volverse irrelevante frente a competidores que sí usan datos para mejorar. En un entorno digital tan cambiante como el actual, esto puede significar perder oportunidades de colaboración, ventas y posicionamiento que después son muy difíciles de recuperar.
Justo por eso me hace sentido el uso de sistemas de monitoreo con KPIs, como el Balanced Scorecard que plantea Kaplan y Norton (1992). Traducir la estrategia en indicadores concretos —por ejemplo, satisfacción de los participantes de los viajes bioculturales de ANART, conversión de interesados a inscritos, rentabilidad por tipo de curso o taller— permite ver desviaciones a tiempo, entender qué parte del “viaje” de la persona está fallando y tomar decisiones más precisas: ajustar la comunicación, mejorar la logística, cambiar precios o rediseñar la propuesta de valor. Aunque yo no tenga una formación administrativa de origen, percibo que estos tableros de control pueden convertirse en una especie de “mapa” que me ayude a conducir ANART con más claridad, corrigiendo el rumbo antes de que los problemas se hagan grandes.