Me quedé pensando en que el gran peligro no es “no medir”, sino creer que, porque medimos, ya entendimos. Gestionar mal lo medido es caer en una ilusión de control: el tablero luce impecable, las flechas van hacia arriba, pero por debajo se desvía de lo que lo que importa. Cuando un número se convierte en el fin —y no en el medio— empezamos a jugar al indicador: sube la conversión a costa del margen, baja el CAC sacrificando la calidad del tráfico. LogixMarket tenía métricas, pero no sentido.
Una práctica madura para una empresa como esta debe construirse no sólo con KPIs, sino analizar y preguntarnos qué no está diciendo el número, a quién deja fuera el promedio, qué historia hay detrás de una variación? . Las métricas deberían servir como linterna, no como sentencia final del status de un proceso. Ahí cambia todo: no s´+olo administramos indicadores, administramos el significado. Y esa diferencia, aunque no cabe en un dashboard, suele separar a las empresas que aprenden de las que solo aparentan avanzar. Me quedo de tarea con mi propio dashboard en construcción, para no perderme en esta misma ilusión de que el dashboard lo es todo.